Corren tiempos difíciles de crisis económica, pero también y quizá lo que es más importante, de crisis de valores. La sensación de desencanto producida en los ciudadanos corrientes, de incredulidad acerca de la capacidad de los dirigentes políticos de tomar las riendas de los problemas que nos acucian, ha ido en aumento. Son tiempos en los que se hace más necesario que nunca contar con, como se suele decir, auténticos líderes. Pero en realidad ¿cómo es un líder?, ¿qué esperamos de él?
La película "Invictus" (Clint Eastwood, 2009), narra la historia de un drama candente vivido en una sociedad en la cual se dividían de manera desigual los derechos entre blancos y negros, entre ricos y pobres, en un país más necesitado que nunca de reconciliación interna si quería avanzar hacia un futuro común, y de cómo una persona fue capaz de conseguir lo que parecía imposible, utilizando para ello un encuentro internacional de rugby. Nelson Mandela, un joven abogado que permaneció veintisiete años en prisión por sus actividades en contra del régimen de segregación racial llamado "apartheid", fue liberado el 11 de febrero de 1990, liderando a continuación su partido político, el Congreso Nacional Sudafricano, y negociando la creación de un Estado multirracial, cosa que consiguió en 1994 al mismo tiempo que se alzaba con la Presidencia de la Nación. Una vez llegado a este puesto extendió entonces su liderazgo a todo el país logrando sentar las bases de un auténtico espíritu de unidad nacional pero ¿cómo lo logró?
Los años pasados en prisión sirvieron a Mandela para perfeccionar su capacidad de análisis de la situación, para reflexionar sobre cómo eran sus enemigos, cuales eran sus debilidades y fortalezas y saber por lo tanto cuáles serían las claves del éxito de la sociedad sudafricana. Es lo que los expertos en liderazgo consideran como capacidad de planificación estratégica del líder. Al mismo tiempo, su personalidad se iba reforzando tras una labor de introspección obligada por el cautiverio al que se encontraba sometido. Los estudios de derecho que había realizado previos a ser encarcelado, el contacto con los máximos dirigentes de partidos políticos representativos y con el pueblo llano que mantuvo a pesar de todo, reforzaron sin duda sus habilidades personales y técnicas, creando un personaje capaz de ver más allá de los aspectos relacionados con las decisiones políticas; un personaje capaz de ver a las personas que habrían de ser afectadas por ellas.
Nelson Mandela vio, como buen líder, el tremendo potencial que, para llevar a cabo su plan de unidad nacional basado en el respeto a una sociedad multirracial, presentaba la celebración de los mundiales de Rugby en su país, y no desaprovechó la ocasión. Demostró su lado humano ofreciendo una imagen de cercanía, de ejemplo de sacrificio por los demás, de conocimiento no solo del terreno en el que se movía sino de las personas que también se movían en él, de confianza en las personas y en el futuro, de credibilidad. Y lo hizo ante todos pero especialmente ante el que por otro lado era el capitán y por lo tanto líder del equipo sudafricano, pues sabía que de su motivación dependía en gran medida la del resto del equipo.
Nelson Mandela ofreció en suma un ejemplo de capacidad de liderazgo en momentos de extrema crisis. Esperemos que cunda este ejemplo.
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